Las cartas que nunca voy a entregar

Si me conoces, a la primera pensarás que soy una persona muy cerrada, hasta podrán tildarme de insensible, pues siempre me ha resultado bastante difícil eso de comunicar mis sentimientos abiertamente. Pero mi cruda realidad es que soy bastante sensible, y en ocasiones han entrado a mi vida personas que han abierto esa puerta, a veces termino vaciando todo lo que tenía reprimido de un tirón, algunas lo han halagado, otras se han convertido en parte fundamental de mi vida, a otros no les pareció muy conveniente, hasta me llamaron débil por ello. Con algunos se puede, otros simplemente se irán.

Si hay algo que carcome lentamente, es aquello que nunca dijimos, porque no fuimos capaces o porque no nos lo permitieron. Eso lo he sufrido intensamente en un profundo silencio, porque nunca me arrepentiré de hacer saber a esas personas capaces de abrir esa cerradura de la sensibilidad lo que significaron en mi vida. Pero qué pasa con esas personas que al abrir la puerta deciden dar media vuelta e irse…

Dicen que escribir resulta terapéutico, y precisamente esa ha sido mi respuesta desde hace años. Vaciar todo aquello que no pudo ser dicho en papel, como si estuviera frente a mí a quien son dirigidas esas palabras. He reído, he llorado, han venido recuerdos perdidos, he perdonado, me he perdonado, he dado el último adiós, he encontrado la libertad. Es por ello que, Cierro capítulos escribiendo cartas que nunca voy a entregar.

Deja un comentario