El pasado siempre vuelve

Hace algunos días, el pasado toco a mi puerta en forma de persona. Resulta que siempre vuelve o mejor dicho, vuelven. Me dicen que voy dejando huellas imborrables y por eso siempre me mantengo presente. Deben pensar que es culpa mía, que tal vez doy oportunidad para que regresen. La realidad es que soy de las personas que luchan por mantener el barco a flote ante la tormenta más oscura, pero una vez que la sensación de ahogo es inevitable, tiro el ancla y nado en dirección contraria sin siquiera mirar atrás. Cierro ciclos rápidamente, cierro puertas y tiro la llave. Esto aplica para cualquier situación.

Tampoco guardo rencores, me quedo con lo bueno y lo aprendido, porque sí, de cada persona o experiencia algo positivo queda. Siempre existirá algo que rescatar. A eso responsabilizo el que siempre encuentren una ventana por donde regresar, porque, aunque dejo en claro que en ese barco no vuelvo a navegar, sí te daré mi mano para que reconstruyas ese barco y salgas a navegar nuevamente. Es que para bien o para mal, no soy una persona indiferente ante el mal de los demás, soy de las que te escuchan, de las que siempre tendrán una palabra de aliento hasta para su peor enemigo. Creo fielmente que, si la vida nos trata de manera amable debemos retribuir.

La vida es más ligera sin rencor, rescatando lo positivo de cada experiencia. Claro está, hay males y males, esos que no podemos atender ni desde el balcón de un décimo piso, y situaciones en que los límites son necesarios. Afortunadamente para mí, desde siempre he sido una persona a quien el pasado una vez superado no le afecta, no le abre viejas heridas. El pasado siempre vuelve de alguna manera, nosotros decidimos como le abrimos la puerta y cuanto tiempo estará de visita.

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Buscando paz

Iglesia de la Merced. Casco Antiguo, Panamá.

Hace unos años en uno de esos malos días, iba pasando por este lugar, mi mente era un caos e involuntariamente me llevo a esa iglesia. Desde ese día, se ha convertido en uno de mis lugares de refugio, de encontrar paz y de calmar mis pensamientos. Más que tratarse de una iglesia, es un sitio donde sientes que puedes encontrar lo que estés buscando.

Una vez entras es oscura, hasta que tus ojos empiezan a adaptarse a la luz que atraviesa los vitrales y las velas. Y el silencio, puede estar abarrotada y todo se mantendrá en completo silencio, algo que no es tan común en otras iglesias, donde escucharas un celular sonar, una carcajada o algún murmullo de conversaciones lejanas. Es precisamente esto lo que me atrapo desde el primer día, ese silencio que te permite darle paz al caos mental, un silencio en el que no escuchas absolutamente nada o que puede escuchar a la perfección tus pensamientos.

Dentro de esas paredes he sido vulnerable, allí se han quedado mis tristezas y también alegrías, he encontrado el camino que daba por perdido, he encontrado la paz y la calma. Allí he experimentado la fe, he sentido que mis problemas no son tan grandes, encontré la solución a esos problemas, tome decisiones importantes, he dejado ir, he llorado, he perdonado y he recibido palabras que necesitaba de personas que ni siquiera conocía.

Cuéntame ¿Tienes algún lugar que represente lo mismo para ti?

 

Los detalles en la simplicidad

Sentarse y contemplar el paisaje frente al mar. Las sonrisas de complicidad. Las miradas tímidas y hablar entre miradas. Los abrazos inesperados y apretados. Los amaneceres y las puestas de sol. Los cantos en el auto. Las conversaciones nocturnas. Los andares silenciosos. Las melodías a guitarra. Los momentos entre amigos. Esa charla como si el tiempo no hubiera pasado después de un largo tiempo sin ver a ese amigo. La cena a la mesa en familia.

Cantar a todo pulmón tu canción favorita en ese concierto. Manejar solo en compañía de la música. Leer un libro con tu mascota en tu regazo. La compañía aún cuando no te apetezca hablar. Los bailes discretos y serenos. Cuando sostienen tu mano en señal de todo estará bien. Ojear los álbumes de recuerdos. El calor de una taza en una noche fría. Recorrer a pie tu calle favorita. Las sábanas recién colocadas. Petricor. La luna en todas sus fases. Un mensaje especial luego de un día difícil. Un mensaje escrito a puño y letra. Y sentir la arena bajo tus pies. 

Y ti, ¿qué simplicidad te hace feliz? 

Casi normal

Hoy he pasado la noche en un lugarcito de esos que forman parte de nuestra rutina, una bonita plaza en la que quedar de plan con los amigos o la familia. Uno de esos tantos lugares forzados a cerrar sus puertas y que lentamente tratan de regresar a la normalidad. Con la pandemia paso a ser un desierto, lo miraba con añoranza al pasar de camino al trabajo.

Después de tanto tiempo volví, en una agradable y fresca tarde, como yo, muchos decidieron ir a la plaza. Por primera vez nuevamente parecía cobrar vida, por un lado el bullicio de los padres jugando con sus hijos, por otro, los puestos del mercado urbano y la terraza repleta de grupos de amigos. Casi normal, así parecía todo, de no ser por el llamado de atención ocasional de aquellos que estaban sin mascarilla, la limpieza constante de mesas y aquel recelo de algunos por tener cerca a un desconocido.

Con todo lo vivido, pasamos a extrañar la rutina, esa que en algún momento pareció aburrida, vacía. Al menos eso me ha pasado a mi. Volver poco a poco a los lugares de siempre, se siente bien, te hace apreciar lo cotidiano. Encontrarte con esas personas que tal vez no apreciaste como debías, pero que en los peores meses vinieron a tu mente, y te preguntaste, como estará, el señor que te despachaba café en el puesto fuera del trabajo, la vendedora ambulante del semáforo… Se extrañaba el ruido, las plazas llenas, los mercados, se extrañaba lo que nos hacía sentir normal.

Definitivamente es bueno escapar, pero lo rutinario nos complementa.

Inmarcesibles

Inmarcesible: que no se puede marchitar.

Inmarchitable, como las palabras que aquí compartimos. Es costumbre con el inicio del año hacer retrospectiva de todo lo que nos dio, quitó, lo que aprendimos, lo que hicimos, todo aquello que falto por hacer en el año que acaba de culminar. Sin lugar a dudas, la lista sería interminable con el 2020, los contras definitivamente serán los vencedores. Nos mantuvimos en constantes altibajos, como mencione en mis últimas publicaciones en muchos hasta nuestro rendimiento en el blog se vio afectado, otros sacaron ventaja y lograron hasta invertir más tiempo en este espacio.

Esa retrospectiva, la traje al blog. Resulta que ha sido el año con mayor estadística de lectura, en el 2017 cuando daba inicio decía “aunque una persona se sienta identificada con mis palabras, lo habré logrado y será más que suficiente”. Para mi sorpresa, la acogida del blog fue mejor de lo que llegue a pensar y cada año crece más, me ha regalado amistades, he aprendido, he recibido consejos. Echando para atrás, también puedo decir que mi escritura y el contenido ha cambiado con los años, cuando empecé, lo hice sin tener un norte claro de qué estaba buscando plasmar, aún hoy en día sigue sin estar totalmente claro, pero podría decir que he ido madurado. Nunca estuve clara con el nombre del blog (Told by Lis), siempre en busca de aquella palabra que definiera mi pensamiento sobre las palabras, hasta que finalmente me percaté que siempre estuvo allí, solo lo ignoraba.

Escribir es terapia, es dejar volar la imaginación, es compartir tus secretos, es buscar más allá, es una conexión con el otro. Aún cuando ya no estemos, nuestras palabras permanecerán inmarchitables, alguien las recordará y las hará suyas, perdurando en el tiempo.

Los comienzos siempre son positivos, que mejor que el inicio de un nuevo año.
Ahora Told by Lis es, Inmarcesibles.

Asociamos soledad con tristeza

Me encontraba sentada en esa silla que da frente al mar, a la hora en que los parques se empiezan a llenar, en las sillas vecinas un par de madres con sus hijos, un grupo en sesión fotográfica y dando vueltas un señor paseando su perro. Cuando llego a cualquier lugar siempre reparo quienes están a mi alrededor, sobre todo si estoy sola, note que aquel señor reparaba en mi constantemente, hasta que poco a poco se fue acercando. Me pregunto si me molestaba que se sentará en el otro extremo de la silla, con las nuevas medidas, es mejor asegurarse. Ambos teníamos nuestras mascarillas, así que no le vi problemas.

Luego de unos minutos, me pregunta: “Hija, ¿estas bien? ¿te encuentras bien?”. A lo que respondí que sí, el incrédulo continuo hablando, tratando de entender porque una chica estaba sola, en aquella plaza, mirando perdida al mar según él, estaba seguro que algo debía pasarme. Y, no. La verdad no me pasaba nada, solo es el lugar que da al estacionamiento donde dejo el auto mientras trabajo. Hay buena vista, a veces me quedo allí en espera que pase lo peor del tráfico. Me costo convencerlo que realmente me encontraba bien, hasta que con la charla que mantuvimos se percató que su suposición era errónea. De esto pude rescatar que aún existen personas buenas, si realmente hubiera sido alguien en crisis en ese lugar, aquel señor le habría hecho bien.

Estamos acostumbrados a asociar la soledad con tristeza. Nos es extraño ver a alguien solo y pensar que es eso, que no pasa nada y que quiere estar solo. Vemos alguien en un restaurante comiendo solo, y decimos, que pena. En el cine, alguien sin compañía, y decimos, yo no vendría solo al cine. Lo he escuchado a menudo, hasta hace algunos años, yo lo pensaba y no iba a ningún lugar sin compañía. Tal vez era inculcado de familia, mi madre detesta la soledad, eso, y los miedos que te tatúan en la mente. Claro esta, no me voy a dar de valiente, de madrugada, en una zona roja. Pero, después de algún tiempo, aprendí a disfrutar mi soledad, no es que sea una ermitaña, pero si quiero estar sola, lo estoy, si quiero ir sola a algún lugar, voy sola. Estar en soledad no significa siempre que estés deprimido, son momentos necesarios, para descubrirnos a nosotros mismos y descubrir lo que queremos, para aclarar la mente, para pensar mejor si necesitamos tomar una decisión, para descansar, para conocernos. Todos necesitamos de esa soledad en cierto momento, debemos normalizarla, porque es en esos momentos en que realmente nos escuchamos.

Del sol

Soy de las luces del sol, de esas personas que se pierden en el amanecer y el atardecer. De esas personas que pensé éramos muchas, pero me dicen que somos pocas, aunque a mí incredulidad le cuesta aceptarlo, es que me resulta difícil pensar que soy de la minoría que no deja pasar la cotidianeidad del sol.

Es que aquel juego de luces no me pasa desapercibido, no importa el lugar, siempre tendrá su gracia. Como dijo Roberto Gervaso,

Cuando un amanecer o un atardecer no nos provocan ninguna emoción significa que el alma está enferma.

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A los dos le doy su significado, al amanecer sé que estoy ahí, con un nuevo día por delante y el atardecer me recuerda que pude terminar ese día, que estoy o voy a casa.

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También soy de la luna, pero de ella les hablo otro día.

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Extrañando el hogar

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Ciudad de Panamá. Foto: Instagram @takenbylis

Siempre recuerdo mi primer viaje, era por una semana, en un inicio pensé, es muy poco tiempo, no vamos a poder hacer mucho. La pasamos estupendo, pero la realidad es que al quinto día, empecé a extrañar a mi madre, su comida, mi casa y mi habitación, a mi perro, mi gata y hasta al vecino gritón… Tal vez todo fue por la ausencia de mi madre, a causa de su trabajo. Recuerdo ese quinto día en la noche cuando hable con mi madre, le repetí tantas veces mis ganas de comer uno de sus platos, a decir verdad la pase un poco mal con la comida, y por primera vez me vino a la mente todas aquellas veces que me queje de la comida de mi madre.

El punto es, soy de esas personas que al llegar al aeropuerto es la persona más feliz, que ama viajar, pero que al pasar unos días extraña su tierra, ya no a los cinco días, pero al regreso voy igual de feliz por ver y estar con los míos. Termino extrañando el calor agobiante de mi tierra, el tráfico enloquecedor e incluso las lluvias torrenciales inesperadas, es que el clima de Panamá es un poco bipolar. Creo que si me decidiera por irme a otro país tendría que llevarme a mi banda completa, que por suerte no tiene muchos integrantes, pero es que hasta las peleas entre la gata y el perro son necesarias.

Todo esto me hace pensar en quienes tienen que abandonar su hogar, en busca de un mejor futuro porque en su propia patria no lo encuentran, aquellos que tienen que dejar a sus seres queridos sin la certeza de saber cuándo volverán a verlos nuevamente, lo difícil que debe ser llegar a otro país buscando establecerte estando solo. Admiro su fortaleza, porque hay que ser muy fuerte para salir adelante extrañando el hogar.

Mi gata adoptada

Mi gata adoptada

Hace poco más de un año, en una cita control posterior a mi cirugía, cuando me iba a casa encontré una pequeña gatita debajo del auto, estaba muy maltratada y con claras señales de desnutrición. No podía abandonarla, de dejarla allí de seguro moriría, así que decidí llevarla conmigo. Siempre fui una persona de perros, es más, ya tenía un perro cuando la lleve a casa, y mi pensamiento fue cuidar de ella por unos días hasta que le pudiera conseguir alguien que la quisiera adoptar.

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Yo estaba convaleciente y ella estaba muy débil, así que supongo que nos sentimos «identificadas» la una con la otra. Mientras estuve en cama, ella me hizo compañía las 24 horas, recuerdo que daba pequeñas vueltas por el cuarto y siempre terminaba acurrucándose sobre mi vientre y dormía largos ratos. Yo empezaba a recuperar mi cotidianidad, ella empezaba a dar sus primeros brincos y a hacer sus primeras travesuras. Llegó el momento en que deje de buscarle hogar y decidí brindarle el mío permanentemente.

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En la espera de…

En la espera de…

Tengo 29 años y me encuentro en aquel punto de la vida en que todos preguntan: ¿Tienes pareja? ¿Cuándo te casarás? ¿Cuándo piensas tener hijos? Empezando por mi madre, siguiendo por el resto de la familia, vecinos y amigos; todos muestran “preocupación” al ver que no tengo pareja. Parece que aún vivimos en una sociedad con mente arcaica (lo siento familia) y el pensamiento preestablecido que al acercarse los treinta años ya debemos tener una familia y un hogar formado.

Es realmente irritante la manera en que me puede llegar a hostigar mi madre sobre estos cuestionamientos, ella piensa que no me interesa conocer a otra persona, me ha llegado a culpar por no encontrar pareja, y por supuesto, no falta aquel comentario comparativo que termina por hacer que el vaso se derrame: “a tú edad ya tenía 3 hijos, ya deberías estar casada, te vas a quedar sola» etc… Por lo que terminamos en pleito más de una vez y cuando levantamos la bandera de la paz, termina por decirme que es preocupación y el deseo que forme un hogar para el momento en que ella parta. El tema se ha convertido tan cotidiano que sé dar las respuestas perfectas para esquivar el tema y mantener el vaso a la mitad, al fin y al cabo es mi madre, siempre tendrá ese pequeño derecho de opinar en mi vida. Pero qué hay de aquellos externos a tu círculo familiar, aquellos que creen que por verte crecer tienen derecho a cuestionar y opinar sobre cada paso que das a lo largo de tu vida, aquellos que crean expectativas alrededor tuyo. Pues, por más enardecimiento que nos ocasionen, la mayoría de las veces no queda más que tragar aquel enojo hacia los entrometidos, mostrar una sonrisa y responder tranquilamente evadiendo con un chiste o un “pronto” o “por ahí viene” o cualquiera sea la respuesta que lanzamos automáticamente para evitar terminar con el poco respeto que le tenemos, aunque no puedo negar que a veces termino huyendo de esas personas al verlas acercarse para evitar el cuestionamiento.

Personalmente el tema no me afecta tanto ¿Qué si quiero casarme y tener una familia? Pues sí, por supuesto que quiero, pero aún no conozco la persona indicada para formalizar mi vida y no es que este en espera de un príncipe azul, pero si quiero conocer a alguien que reconozca mi independencia y esté dispuesto a compartir mis ambiciones.  Hay muchas mujeres que se encuentran en la misma situación (supongo que hombres también) y si supieran lo difícil que puede ser para nosotras, aunque a algunas como yo, no les afecte tanto, siempre llegará el momento en que nos da el golpe de soledad.  Y con comentarios como los de mi madre, a veces te inyectan la duda si realmente tienes algún problema y por eso no tienes pareja e incluso sientes temor de no conocer nunca a nadie.

Me imagino que son muchas las razones por las que una persona no tiene pareja, a veces se trata de que no estas preparada para estar con cualquier persona y esperas tu ideal, tal vez hay personas que pasan por relaciones difíciles que les lleva a tomar cierto tiempo para para poder continuar el camino hacia otra relación y están aquellas que no quieren tener pareja, sea cual sea el motivo, creo que nadie debe inmiscuirse en algo tan íntimo. Cada quien decide su tiempo ideal, creo que no es un paso que debe darse sólo por temor a quedarse sola, es algo que marcará no sólo tu vida si no a tu pareja, se trata de encontrar a aquella persona con quien realmente quieras crear vida, si deseas tener hijos.  Si estas desesperada o sientes soledad por no encontrar pareja, no cometas el error de involucrarte con cualquiera, este es uno de los pasos más importantes en nuestra vida y debemos darlo cuando nos sintamos 100% seguros de hacerlo, sin presiones, sin que nadie más influya sobre nosotros para tomar la decisión. Es nuestra vida y nuestro futuro. Aquel momento ideal para formar una familia según los demás, NO EXISTE, el momento ideal es aquel que tú decidas y si tardas 50 años para encontrar tú persona, ese será tú momento y reconocerás la felicidad. Mientras llegue ese día, vive y se feliz, olvida las opiniones de los demás y disfruta cada día al máximo. La espera terminará cuando menos lo imagines.